Programas contra la obesidad infantil, enfocados en la familia, también pueden beneficiar a los padres

Por Michael Precker, American Heart Association News

kali9/E+, Getty Images
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Desde hace tiempo, los programas enfocados en la familia que tienen el objetivo de fomentar una alimentación más sana y la actividad física, se consideran un método eficaz para encaminar a los niños diagnosticados con sobrepeso u obesidad hacia un futuro mejor.

Sin embargo, una nueva investigación sugiere un dividendo adicional: los padres de esos niños también pueden beneficiarse.

"Se sabe que la participación de los padres influye favorablemente en el control del peso de los niños", afirma la investigadora principal del estudio, Nirupa Matthan, científica del Centro de Investigación de Nutrición Humana sobre el Envejecimiento de la Universidad Tufts de Boston. "Queríamos ver si existe un efecto indirecto en la calidad de la dieta y en los resultados de la salud cardiometabólica de los padres; y, por primera vez, demostramos que, efectivamente, esa es la respuesta".

Matthan presentó los resultados de su estudio el fin de semana pasado durante la conferencia de Sesiones Científicas de la American Heart Association. Su trabajo se considera preliminar hasta que se publique en un boletín científico evaluado por pares.

El análisis se basó en los datos de un ensayo clínico con varios cientos de niños del Bronx, quienes participaron en un programa de control de peso de un año de duración con una combinación de atención médica, educación nutricional, sesiones de apoyo en grupo y estrategias de actividad física en las que participaron tanto los niños como sus padres. Matthan y sus colegas informaron previamente que los niños que participaron en el programa integral centrado en la familia, adoptaron patrones de alimentación más saludables y mejoraron modestamente su peso corporal y algunas otras medidas de salud.

Empero, Matthan no quizo detenerse en eso.

"Me interesaba saber si los padres se limitan a apoyar a los niños o si realmente cambian su comportamiento y sirven de modelo", comentó. "Si, en efecto, lo son, se debería ver una mejora en los padres, tanto en el peso como en los resultados de otros factores de la salud".

La obesidad, que puede provocar diabetes de Tipo 2, enfermedades cardíacas y algunos tipos de cáncer, es un problema creciente para los estadounidenses de todas las edades. De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, en 2018, un 19.3% de los niños y adolescentes con edades de entre 2 y 19 años (unos 14.4 millones), se consideraban obesos. Ese mismo año, también lo era el 42.4% de los adultos, comparados el 30.5% de hace dos décadas.

El análisis no sólo incluyó el peso y el índice de masa corporal antes y después del programa de un año de duración. Los investigadores también midieron la presión arterial y tomaron muestras de sangre de ambos, niños y padres, produciendo biomarcadores para la calidad de la dieta, así como de los niveles de azúcar en la sangre y el colesterol para una evaluación de salud más detallada.

En su estudio de seguimiento, Matthan dividió a los niños en tres grupos en función del cambio de peso: los que mejoraron significativamente, los que tuvieron poco o ningún cambio y los que empeoraron en sus resultados. En los tres grupos, indicó, los efectos en los padres reflejaron los de sus hijos, sobre todo en el grupo que mostró la mayor mejora.

"La obesidad es cosa de familia", afirma Matthan, "pero la tendencia es tratar a los niños y a los adultos por separado. Si se adopta este enfoque basado en la familia, se puede apuntar a ambos, y es ahí donde se tendrá el mayor impacto en la salud pública".

Myles Faith, profesor de orientación y psicología escolar y educativa de la Universidad de Buffalo, Universidad Estatal de Nueva York, calificó el estudio de "novedoso y emocionante", sobre todo porque, más allá del peso, la investigación examinó los factores de riesgo que pueden provocar enfermedades cardíacas.

"Es uno de los primeros que analiza las relaciones entre padres e hijos, enfocándose específicamente en los factores de riesgo cardiometabólico y estudiándolos como una relación familiar en cuanto a la respuesta al tratamiento", dijo Faith, que no participó en la investigación. "Estas estadísticas apoyan firmemente la necesidad de llevar a cabo intervenciones basadas en la familia".

Faith ayudó a redactar una declaración científica de la AHA de 2020, a través de la cual se ofrece, a los padres y cuidadores adultos, estrategias para crear un entorno alimentario saludable para los niños pequeños que no se enfoque en el peso. En el material, el impulso era permitir que los niños eligieran los alimentos que querían comer de entre una selección de alimentos saludables; comer alimentos nuevos y saludables con los niños y demostrar que se disfrutaba de la comida; hacer las comidas a horas constantes; y no presionar a los niños para que comieran más de lo que querían.

"Pensamos en los padres como el agente del cambio para los niños", dijo Faith. La nueva investigación "demuestra que la dinámica también puede ir en sentido contrario. Los niños pueden inspirar a sus padres para que ellos mismos hagan los cambios. Todos en la familia salen ganando".

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