Un ataque cardíaco a los 46 años lo condujo a un nuevo corazón y a una nueva perspectiva sobre la vida
Por Tate Gunnerson, American Heart Association News
Eddie García hacía malabares con sus roles como jefe de personal de un funcionario electo y presidente de una junta escolar. Al parecer estos cargos lo estaban desgastando.
Tenía 46 años cuando sintió falta de aire, cuello adolorido y dolor en el pecho. Él se preguntó, ¿pudiera ser esto un ataque de pánico?
Más tarde ese mismo día, una visita a la clínica condujo a un viaje a la sala de emergencias y luego a un diagnóstico: una de las arterias principales en su corazón estaba 100% bloqueada. Estaba sufriendo un ataque cardíaco.
Los médicos introdujeron endoprótesis, o stent en inglés, para restablecer el flujo sanguíneo y mantener abierta la arteria. Durante los diez días siguientes, García regresó dos veces al hospital porque se sentía fatigado y le faltaba el aire. Se le diagnosticó insuficiencia cardíaca aguda. En la segunda de esas subsecuentes hospitalizaciones, el corazón de García se detuvo.
Aunque los médicos pudieron restablecer un latido normal del corazón, García volvió a soportar daño persistente. En sus pulmones se había acumulado fluido y esto impedía que sus órganos recibieran oxígeno. Desarrolló una afección llamada síndrome de dificultad respiratoria aguda, que a menudo es mortal.
Para darle a sus pulmones tiempo para sanar, los médicos colocaron a García en un coma inducido médicamente. Mientras tanto, sus familiares y amigos velaban en la sala de espera, orando y contando historias. A menudo allí había 25 personas al mismo tiempo. "Yo no estaba consciente, pero pienso que era capaz de sentir como esa energía atravesaba las paredes de la sala de espera y llegaba hasta la unidad de cuidados intensivos", dijo García.
Cuando despertó casi un mes después, sus músculos estaban muy debilitados. Una vez que García estuvo suficientemente sano, los médicos le colocaron un desfibrilador cardioversor implantable, o ICD por sus siglas en inglés, para protegerlo contra otro paro cardíaco. Tal dispositivo monitorea la actividad eléctrica del corazón; si detecta alguna irregularidad peligrosa, aplica una descarga al corazón para hacerlo regresar a un ritmo normal.
La odisea cardíaca de García comenzó en el 2010. Durante los siguientes siete años, manejó su insuficiencia cardíaca con medicamentos y cambios en el estilo de vida, como una dieta baja en sodio y caminatas diarias de una milla.
Entonces comenzó a tener dificultades para completar esa caminata. Se sentía cansado y sin aire. Más o menos por esa misma fecha, su ritmo cardíaco se hizo tan rápido que disparó su ICD. Esto sucedió dos veces, una de ellas mientras dormía.
"Si comienzas a tener más y más de esas descargas, eso no solo es desagradable y traumático, sino que es también un indicador del empeoramiento del corazón", dijo la Dra. Hemal Parekh, especialista en insuficiencia cardíaca avanzada y trasplantes, quien atendió a García. "Había llegado el momento de comenzar a pensar en terapias avanzadas".
Parekh dijo que la actitud positiva y la resiliencia de García hacían que fuera un buen candidato para un trasplante de corazón, pero había una complicación: él había desarrollado hipertensión pulmonar, o presión arterial alta en los pulmones. Esto podría causar que fallara el nuevo corazón. Sin embargo, podía controlarse con el tiempo.
Mientras Parekh comenzaba ese proceso, otro cirujano implantó un dispositivo de asistencia ventricular izquierda, o LVAD por sus siglas en inglés, para que básicamente hiciera el trabajo que el corazón debilitado de García ya no podía hacer. Aunque algunas personas viven con un DAVI por años, el dispositivo a menudo se utiliza como un puente provisional al trasplante.
Una vez que los médicos confirmaron que su cuerpo podía tolerar un nuevo corazón, García fue puesto en la lista de espera para trasplantes. Después de 17 meses, el equipo de trasplante llamó. Habían identificado lo que parecía ser el donante perfecto. García, que había sido atleta en la escuela preparatoria, entrenador de baloncesto y entusiasta de los deportes de toda la vida, comparó esto a estar en el vestuario antes de un juego importante. "Estaba extremadamente emocionado y nervioso", dijo él. "Allá vamos".
Temprano en la mañana siguiente, las enfermeras llevaron a García al quirófano. Lo siguiente que recuerda es despertar, mareado y adolorido, pero también respirando más fácilmente que en años.
García y su esposa, Sandra, regresaron a su hogar en San José, California, cuando comenzaba la pandemia del COVID-19, lo cual significaba que su legión de amigos y familiares no podía abrazarlo. Pero ellos encontraron una buena alternativa. Rodearon su casa con sus vehículos, haciendo sonar las bocinas y sosteniendo letreros y globos para darle la bienvenida a casa.
"Contar con este gigantesco sistema de apoyo fue espectacular", dijo García.
A medida que la salud física de García mejoraba, su salud mental se convirtió en un problema. Él pasó a formar parte del 60% de receptores de trasplante de corazón que experimentan ansiedad y/o depresión durante el primer año después de la cirugía. Hubo días en los que luchó para levantarse de la cama. Agonizaba al pensar en cómo su incapacidad para trabajar había afectado las finanzas de su familia.
"Después de diez años de insuficiencia cardíaca, había llegado a la tierra prometida, pero me sentía como un miserable fracasado", dijo el. "Fue absolutamente espantoso".
Con la ayuda de un terapeuta, su perspectiva mejoró. Comenzó a buscar formas de aumentar la concientización sobre la enfermedad cardíaca. Por ejemplo, habló en eventos de la American Heart Association y participó en una caminata Heart Walk local con el equipo de su trasplante.
También publicó un libro acerca de su experiencia y el subsiguiente trayecto espiritual, que se centra en la fe, la esperanza y el amor.
García continúa caminando diariamente, cuida su dieta y se examina regularmente con sus médicos. A pesar de estos esfuerzos, durante el verano del 2021, un examen reveló altos niveles de anticuerpos en su sangre, una señal de que su sistema inmunológico estaba rechazando el nuevo corazón.
Estuvo 11 días en el hospital. Una infusión intravenosa de inmunosupresores hizo que su cuerpo dejara de rechazar el nuevo corazón.
García ahora está jubilado, y ha llegado a comprender que cuidar de uno mismo significa tomar las cosas con calma y saber cuándo decir no.
Además, García ha adoptado conciencia plena, enfocándose en lo que está sucediendo en el momento más que preocupándose obsesivamente por el futuro, como hacía antes de su ataque cardíaco.
"Tienes que tomarlo un día a la vez", dijo él. "Cuando estoy bien ajustado a vivir el momento, es muy bueno".
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